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Cupido, símbolo del amor

El dios del amor

Cupido suele ser representado por un niño pequeño y alado, que lleva los ojos vendados y porta arco y aljaba con flechas; este ser tan peculiar es el dios del amor. Esta criatura tan simpática suele considerársele como hijo de la diosa Venus ―deidad de la belleza y la fertilidad― y el dios Marte ―señor de la guerra―.

El simbolismo de Cupido

En cuanto a sus características y atributos, llama la atención su aspecto de infante, que representa lo irracional o poco premeditado que puede ser el amor. También posee una venda en los ojos que significa que aquel que está enamorado pierde el juicio y la capacidad para reconocer las virtudes y defectos de la persona deseada, como si de un ciego se tratara. Asimismo, el pequeño Cupido lleva un arco que le sirve para disparar sus flechas, las cuales suelen ser de dos tipos: flechas de oro, que causan amor rotundo e inmediato; flechas de plomo, causantes de desprecio e indiferencia.

El amor es un juego cruel

El elemento más representativo del mito de Cupido es el criterio para lanzar sus flechas. La mitología nos muestra a un dios infantil que dispara flechas al azar, pues nunca escoge saetas de un tipo específico, y encima lleva los ojos vendados, anunciando que tampoco selecciona a sus blancos. De este modo aparece el peligroso juego de Cupido, si logra lanzar dos flechas doradas a sus víctimas, estas caerán enamoradas y no sufrirán. En cambio, cuando dispare una saeta de plomo y otra de oro, las víctimas sufrirán: una padecerá el amor no correspondido y la otra, el asedio y el desprecio.

Apolo y Dafne

 Apolo, dios de las artes, fue maldecido por Eros, dios del amor, después de que se burlara por cómo este último portaba un arco y flechas siendo tan joven.

Eros tomó entonces una flecha de oro y una de plomo. La flecha de oro correspondía al amor y la de plomo al odio. Así, Eros lanzó la flecha de oro a la ninfa de los bosques, Dafne, y la de plomo al dios Apolo, con lo que el dios de las artes quedó enamorado al instante de la ninfa, mientras que ella lo odiaba y huía de él.

 

Dafne era hermosa en verdad y contaba ya con muchos pretendientes que se habían enamorado de ella; sin embargo, Daphne prefería pasar su tiempo practicando la caza y vagando por los bosques, rogándole a su padre Peneo que la dejara permanecer soltera para dedicarse a lo que a ella le complacía.

No obstante, con el hechizo que Eros había impuesto tanto en Apolo como en ella, Daphne se vio obligada a huir y esconderse permanentemente de él, debido al odio y repugnancia que sentía.

Finalmente, los dioses del Olimpo decidieron ayudar a Apolo para que pudiera alcanzar al objeto de su amor. Fue en este momento que Dafne rogó a Zeus para que Apolo no le diera alcance, convirtiéndola en un árbol de laurel.

Cuando el dios Apolo llegó a ella, prometió, tocando su corteza, que siempre la amaría aunque no pudieran estar juntos, y que le rendiría honores.

De ahí nace la tradición de coronar con una corona de laurel a los músicos y poetas reconocidos en la Antigua Grecia.

Hades y Perséfone

Perséfone, conocida por los romanos como Proserpina, es descrita en la mitología griega como hija de los dioses Zeus, el dios del cielo, y Deméter, diosa de la agricultura y la fertilidad.

Perséfone fue raptada por Hades, dios del Inframundo y hermano de Zeus, debido a que este se enamora perdidamente de la belleza de la joven.

Perséfone se hallaba juntando flores junto con las ninfas; se dice que en el momento en que Perséfone va a tomar un lirio, la tierra se abre y la joven diosa cae hacia los aposentos de Hades. 

El rapto había sido planeado tanto por Hades como por Zeus, sin que Deméter se percatara de ello. Por lo que durante un tiempo, Deméter vagó por el mundo en busca de su hija, sin poder encontrarla.Sin embargo, Zeus se arrepiente y ordena a su hermano Hades que devuelva a Perséfone al Olimpo; cosa que resultaría imposible, ya que Perséfone había comido en el Inframundo y, al ingerir cualquier alimento de estas regiones, irremediablemente se tenía que permanecer ahí.Para reparar parte del daño cometido, Zeus ordenó que Perséfone pasara la mitad del año en el Inframundo, acompañando a Hades, y la otra

mitad en la tierra, junto a su madre; siempre y cuando Deméter prometiera cumplir con su obligación de mantener fértil las tierras de los seres humanos.

Este mito se relaciona estrechamente con las estaciones del año; específicamente con la primavera y el invierno.

Así, el invierno estaría representado por el rapto de Perséfone y la retención que de ella hace Hades en el Inframundo; y la primavera la época del año en que Perséfone regresa para estar con su madre, quien otorgará fertilidad a la tierra.

El regreso de Perséfone corresponde a un ciclo, de la misma manera que las estaciones del año.

Narciso y Eco

Narciso es el joven más hermoso de la mitología griega. Era hijo de la ninfa Liriope de Tespia. Fue precisamente su madre, Liriope, quien consultó el destino de su hijo con Tiresias, un reconocido vidente. Tiresias expresó que Narciso podría vivir hasta una avanzada edad, siempre y cuando no se conociera a sí mismo.

Cierta ocasión, en que Narciso se hallaba en el bosque cazando ciervos, Eco, una ninfa de los bosques, se enamoró de él y lo siguió, escondida entre los árboles, afligida por no ser capaz de dirigirse al hermoso joven; ya que había sido maldecida con sólo poder expresarse repitiendo la últimas palabras que alguien más hubiera pronunciado antes.

 

Cuando Narciso al fin se percató de que alguien lo seguía, dijo: “¿Quién está ahí?”, y Eco repitió “Ahí”; por un rato Narciso permaneció preguntando y Eco respondiendo con la última parte de las frases del joven.Cansada, la ninfa salió de su escondite con los brazos abiertos intentando acercarse a su amado; sin

embargo, Narciso la rechazó y ésta, desconsolada, pasó el resto de sus días oculta, sin compañía alguna, muriendo poco a poco hasta que solamente restó su voz (en algunas versiones se menciona que sus huesos se transformaron en piedra y su carne se marchitó).

Debido a esto Narciso fue castigado por Némesis, diosa griega de la venganza, por lo que Narciso se acercó a un riachuelo y, al apreciar la belleza de su reflejo en el agua, se enamoró perdidamente de sí mismo.

En algunas versiones se menciona que Narciso, enloquecido por no poder obtener el objeto de sus deseos, terminó con su vida; creciendo en el lugar de su muerte la flor que hoy conocemos como “narciso”.

En otras versiones se dice que el castigo de Narciso continuó en el inframundo, donde tenía que observar eternamente un reflejo que no era del que se había enamorado.

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